Gijón, J. MORÁN

El fallecimiento de Sabino Fernández Campo retira de la vida e introduce en la historia contemporánea de España al tercer general asturiano cuyo papel ha resultado clave en la transición y la consolidación de la democracia. Previamente ya figuraban en este cuadro de honor Manuel Díez-Alegría -inspirador durante el tardofranquismo de la reforma que el Ejército español conocería al cabo de años, ya con Manuel Gutiérrez Mellado- y José Antonio Sáenz de Santa María, puntal de la lucha antiterrorista y también defensor del orden constitucional durante el golpe de Estado del 23-F.

Otros dos generales, uno asturiano y otro asturgallego, ocupan, asimismo, un hueco en el devenir contemporáneo del país. Uno de ellos es Luis Díez-Alegría, hermano de Manuel, y el otro, Alfonso Armada, que entronca con el linaje asturiano de los Jovellanos, cuyo papel en el 23-F se resume en que fue el más probable «elefante blanco» que los militares golpistas esperaban bajo la señal de su acceso al Rey Juan Carlos I y a la Zarzuela en la noche de la asonada, hecho que precisamente Sabino Fernández Campo evitó a todo trance.

Por orden de nacimiento, el primero de los tres generales será Manuel Díez-Alegría Gutiérrez (Buelna, Llanes, 1905-Madrid, 1987), que fue militar, embajador y académico de la RAE. Él y Luis son hermanos del sacerdote jesuita José María Díez-Alegría. Manuel estudió en el Colegio de la Inmaculada (Gijón) e ingresó en la Academia de Ingenieros del Ejército en 1923. Ascendido a teniente general en 1967, fue director del Centro Superior de Estudios de Defensa Nacional (Ceseden), y en 1970, Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad).

Estos últimos cargos son el ámbito en el que el general asturiano perfila la reforma del Ejército mediante el borrador de una ley de bases de la defensa nacional. Carrero Blanco le apoya, pero el proyecto se topa con infinidad de resistencias, basadas en que Díez-Alegría era considerado como un liberal peligroso. En «El Alcázar» el general Cano Portal, bajo el seudónimo de «Jerjes», atacó la reforma sin piedad. Además, la especie difundida era que Manuel Díez-Alegría simpatizaba con los demócratas militares portugueses de la revolución incruenta del 25 de abril de 1974.

A raíz de un viaje del general a Rumanía, junto con su esposa enferma, y a causa de una cena con Ceaucescu, protector de Santiago Carrillo, la presión del «búnker gironiano» consigue el cese de Manuel Díez-Alegría, quien, tiempo después, al ingresar en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, afirmaba que «nuestra actual organización de la defensa o, mejor, nuestra actual falta de organización no garantiza que esa defensa pueda desempeñarse de un modo efectivo». Las bases de aquella reforma frustrada fueron las que en parte utilizó después el ministro Manuel Gutiérrez Mellado, quien acompañó la tarea con pasos políticos orientados a reblandecer la dura y más que centenaria tradición española de golpismo militar.

Precisamente en este punto las maniobras políticas de Mellado disgustarán a militares como Sabino Fernández Campo, amante de las normas y de la tradición castrense en los destinos, frente a los atajos políticos. Como ya le había sucedido a Azaña cuarenta años atrás, las reformas de Mellado en el Ejército fueron también caldo de cultivo para el golpismo.

José Antonio Sáenz de Santa María Tinturé (Gijón, 1919-Madrid, 2003), al igual que Sabino Fernández Campo, luchó en Oviedo contra el cerco rojo de 1936. Alférez con 17 años, participó en la batalla del Ebro y fue después de la guerra comandante contra el maquis. Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, en 1971 inicia la lucha contra ETA, tarea a la que consagraría la mayor parte de su carrera. Es ascendido a general en 1975 y en la transición será director de la Policía Nacional, cuya modernización afronta, además de crear unidades móviles, que actúan en lugares diferentes a los de origen de los agentes. Consolida los GEO (Grupos de Operaciones Especiales) y unifica en el País Vasco la información del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil.

En la noche del 23 de febrero de 1981 Sáenz de Santa María establece su posición en el hotel Palace. Allí ordena que la Policía Nacional rodee el Congreso de los Diputados, con el fin de alejar del suceso a otras unidades de la Guardia Civil que pudieran simpatizar con los compañeros que tomaban la Cámara baja bajo las órdenes del coronel Antonio Tejero.

Dotado de una inteligencia aguda e incisiva, Sáenz de Santa María representó la evolución de un militar de raíces guerracivilistas y franquistas, que se convirtió en firme defensor de la España que transitaba hacia la democracia.

Luis Díez-Alegría Gutiérrez (Buelna, Llanes, 1909-Algeciras, 2001) estudia en el Instituto Jovellanos de Gijón e ingresa en la Academia de Ingenieros en 1925. Fue el militar más joven que alcanzó el grado de capitán general, en los años sesenta. Ejerció como director general de la Guardia Civil y como jefe de la Casa Militar de Franco. De carrera militar brillante, no mostró el afán reformista de su hermano Manuel.

Alfonso Armada Comyn (Murcia, 1920) fue secretario general de la Casa del Rey hasta 1977 y llegó a considerar a don Juan Carlos I como «un hijo al que todo se le perdona» (frase dicha en privado después del 23-F). Su ascendiente sobre el Monarca fue la baza que él mismo y otros conspiradores trataron de utilizar en los prolegómenos y ejecución del golpe de Estado de 1981.